miércoles, 29 de octubre de 2014
jueves, 23 de octubre de 2014
domingo, 5 de octubre de 2014
LATÍN; ORIGEN Y EVOLUCIÓN
LA EVOLUCIÓN DEL LATÍN
El latín es una lengua indoeuropea, es decir, que
pertenece a una familia de lenguas cuyo origen se remonta hacia 4000 años a.C.,
cuyos primeros hablantes habitaban el sureste de Europa y Asia central. Europa
recibió diversas oleadas de migraciones de pueblos indoeuropeos. Los primeros
hablantes de la forma más arcaica del latín debieron llegar a principios del I
milenio a.C. y se instalaron en el centro de la península, fragmentados tanto política
como lingüísticamente.
Hacia 900 a.C. entró en el norte
de Italia un pueblo no indoeuropeo a quienes los romanos llamaban Etruscos. Fueron la primera
civilización avanzada que conoció Italia y se extendió rápidamente hasta llegar
al Lacio, donde diversos pueblos formaron una Liga latina bajo el liderazgo de
la ciudad de Alba Longa, probablemente para protegerse de los Etruscos.
Mientras tanto, los griegos (otro pueblo de origen indoeuropeo) estaban
fundando prósperas colonias en el sur de la península, en la región que sería conocida
como la Magna Grecia.
La historia del latín se extiende
durante un periodo de unos tres mil años hasta la actualidad. El latín no se ha
hablado igual en todos los momentos de su historia, especialmente
significativas son las diferencias debidas al nivel cultural de los hablantes,
que en tiempos antiguos eran mucho más acusadas que en la actualidad.
El latín hablado desde su
nacimiento como lengua, hasta aproximadamente el siglo II a.C. recibe el nombre
de latín arcaico. El texto
escrito más antiguo que se conserva es la llamada Fíbula de Preneste, un
broche de orfebrería fina que data del siglo VII a.C. (es decir, de la época
monárquica en que Roma estaba bajo la dominación etrusca).
El latín clásico (culto) coexistió con el llamado latín vulgar, que era el latín hablado
por las clases bajas, y en particular por la mayor parte de los soldados que
extendieron el latín por toda la geografía del Imperio Romano. (Los soldados
solían recibir tierras como recompensa en las provincias conquistadas, y
pasaban a establecerse como colonos-agricultores.) Las diferencias entre el
latín culto y el latín vulgar afectaban a todos los niveles lingüísticos:
fonética, morfología, sintaxis y léxico. No sería exacto decir que el latín
culto era el latín literario, pues el latín vulgar tenía su propia literatura.
Uno de sus autores más representativos fue Plauto (254-184 a.C.), cuyas
comedias (adaptaciones de obras griegas), escritas en latín vulgar, gozaban de
mucho éxito en Roma.
Los máximos exponentes de la
literatura clásica latina fueron el político y abogado Marco Tulio Cicerón (106-46 a.C.) y el militar Cayo
Julio César (100-44 a.C.) así como
los poetas Publio Virgilio Marón (70-19 a.C), Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) y Publio Ovidio Nasón (43 a.C. - 17 d.C.).
A partir del siglo IV, tras la
caída del imperio romano, el bajo latín evolucionó hacia el llamado latín
medieval, que, además de las influencias del latín vulgar, sufrió una
destructiva inyección de helenismos (tanto léxicos como sintácticos) de mano de
los primeros cristianos, que transcribieron burdamente su jerga religiosa,
desarrollada originariamente en griego. Por su parte, el latín vulgar se
fragmentó y dio origen a las distintas lenguas románicas (italiano, francés,
castellano, portugués, rumano, sardo, catalán, gallego...)
A partir del siglo XIV los
humanistas italianos estudiaron con minuciosidad los relativamente pocos textos
clásicos que los monjes medievales habían preservado cuidadosamente durante
siglos y lograron reconstruir el latín clásico. No era, evidentemente, la misma
lengua, en el mismo sentido que el castellano actual difiere significativamente
de la lengua de Cervantes, pero volvía a ser una lengua culta y coherente, que
no ha dejado de evolucionar hasta nuestros días.
Sin embargo, aunque los
humanistas lograron restaurar el léxico, la gramática y el estilo del latín
clásico, hubo algo que escapó a sus posibilidades: reconstruir la forma en que
los romanos pronunciaban el latín. Sabían cómo escribían los romanos, pero no
disponían de documentos sonoros que les permitieran reconstruir cómo leían los
textos que tan bien habían asimilado. Durante la Edad Media, los pocos que
sabían algo de latín habían adaptado la pronunciación a las características de
su lengua (románica) materna. Así, según la pronunciación tradicional española,
Cicero se leía Cícero, pero según la pronunciación tradicional francesa era
Sísero, según la pronunciación tradicional italiana era Chíchero, y así
sucesivamente. Pero nadie sabía qué habría respondido exactamente Cicerón ante
la pregunta: Quid nomen est tibi?
Tuvieron que pasar algunos siglos
hasta que, ya en el siglo XIX, los lingüístas se atrevieran a establecer la
llamada pronuntiatio restituta (la pronunciación restituida), que viene a ser
un "retrato robot" de la forma en que los romanos pronunciaban su
idioma en la época clásica. Los lingüistas han aprovechado toda la información
disponible por parte de gramáticos romanos, o de textos que, por cualquier
motivo, hicieran referencias al lenguaje y su pronunciación, y los reflejos de
palabras latinas en otras lenguas coetáneas, han añadido a todo ello las
conclusiones de la lingüística
comparada, que permite establecer paralelismos entre las distintas
lenguas indoeuropeas y su evolución fonética.
El alfabeto latino arcaico constaba de las 21 letras siguientes:
A, B,
C, D, E, F, Z, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X
Las minúsculas propiamente dichas
como las conocemos ahora surgieron en la Edad Media. (nótese que la V era la u
mayúscula).
En el siglo III a.C., tras la
conquista de la Magna Grecia, los romanos empezaron a familiarizarse con la
cultura y la lengua griega, y el latín empezó a incorporar cada vez más
vocablos de dicha lengua. Esto planteó un problema, pues el griego tenía varios
sonidos de los que el latín carecía, de modo que no podía establecerse una
correspondencia natural entre el alfabeto griego y el alfabeto latino para
realizar las transcripciones oportunas. La solución a principios del siglo I
a.C., la Z fue reincorporada al alfabeto, así como la letra griega ýpsilon (Y),
que entonces los griegos llamaban hy, pero que los romanos pronto pasaron a
llamar i graeca (i griega), y más tarde se extendió también en latín el nombre
de ypsilon. De este modo, quedó perfilado el alfabeto latino clásico de 23
letras:
A, B, C, D, E, F, Z, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X , Y, Z
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